La crisis que hace temblar el sistema financiero
La crisis en curso afecta a dos pilares de la configuración capitalista mundial: el primero marca los límites del modo de crecimiento que sostenía el endeudamiento engendrado por el régimen de acumulación dominado por las finanzas, y fue concebido y adoptado por Estados Unidos y Reino Unido, donde ha echado profundas raíces; también se ha extendido a Irlanda, así como a los países de la Commonwealth.
La resistencia a la financiarización demostrada inicialmente por los países de la Europa continental se ha visto finalmente mermada, en mayor o menor grado, por la integración comercial del mercado interno, por una fuerte liberalización de los intercambios y de las IDE con el resto del mundo, y por el euro. El segundo pilar afectado es la organización alrededor de Estados Unidos de las relaciones económicas y políticas globales en la mayor parte de los ámbitos, incluyendo, y tal vez antes que ninguno, los militares. Decir que la crisis en curso anuncia el fin de estas dos configuraciones no equivale a decir que otras nuevas van a venir a reemplazarlas rápidamente4. Respecto a la primera, la idea dominante más o menos sin discusión, más allá de los discursos sobre la necesaria «moralización del capitalismo», es la de la prolongación de la dominación de las finanzas, por medio de la acaparación de los mercados financieros.
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La importancia de las re-regulaciones anunciadas ha disminuido en cada sesión del Congreso estadounidense, y de reunión en reunión de las instancias tanto de la UE como del G20. La ayuda masiva aportada a los bancos y a los fondos de inversión financiera en septiembre-octubre de 2008 puso de manifiesto la fuerza social y política de los accionistas-propietarios de los bancos y los grupos industriales, de los gestores de fondos y de los dirigentes pagados con stock-options. El éxito del rescate les ha permitido preservar su dominación. La hegemonía de Estados Unidos y la del dólar están amenazadas. Las agencias de calificación han empezado, desde abril de 2011, a lanzar alertas sobre el nivel de endeudamiento estadounidense. Pero la dimensión y la diversidad de sus mercados financieros siguen siendo las más importantes del mundo. Estados Unidos no está dispuesto a dejar que se arrebate al dólar su posición de moneda dominante mundial, ni en el ámbito de las finanzas ni en el político.
El callejón sin salida del crecimiento por endeudamiento
La historia del capitalismo está hecha de fracturas que adquieren la forma de grandes crisis y, en el siglo XX, de guerras mundiales. El capitalismo supone la producción, pero también la venta de mercancías (bienes y servicios). Esta vía de paso obligatoria par la obtención del beneficio tropieza de forma endémica con barreras internas inherentes al propio capitalismo y a su funcionamiento. La producción capitalista se mueve por una sed de obtención de beneficios que carece de límites y de fin. Las consecuencias son de una gravedad particular en el ámbito ecológico debido a la irreversibilidad de las degradaciones y las destrucciones. Pero se basa en las relaciones de propiedad y de organización del trabajo cuya inclinación natural es limitar o reducir los salarios, cuando no reemplazar a los asalariados por máquinas (la informática es el ejemplo más reciente y más sofisticado). La propia producción capitalista limita por tanto, de forma relativa cuando no absoluta, el consumo final que sin embargo le es indispensable.