Endeudamineto de Irlanda

UN PRIMER CASO, IRLANDA

Lo ocurrido en Irlanda en noviembre de 2010 no fue más que un nue­vo acto de una crisis en la que un Estado próximo a la suspensión de pagos tras el amplio rescate a los bancos, vio como las agencias de ca­lificación rebajaban su «nota» y los Hedge Funds le imponían tipos de interés cada vez más altos. Repasemos el primer acto, pasado bastante desapercibido en Francia: el comienzo de la recesión data de finales de 200723; las primeras medidas de ayuda a los bancos y de austeridad presupuestaria, de julio de 2008; y el comienzo del rescate del banco principal, el Anglo-Irish Bank (AIB), de enero de 2009. A comienzos de la década de 2000, nos maravillábamos de las proezas del «tigre celta»; durante algunos años, Irlanda, en otro tiempo país de emigran­tes, se convirtió en un centro de inmigración para trabajadores de Eu­ropa central y oriental.


El rápido crecimiento se debió en gran medida a la posición de rampa de lanzamiento para la venta en el mercado europeo ofrecida por Irlanda a las firmas multinacionales estadouni­denses y japonesas. Beneficiándose de un coste laboral bajo debido al escaso nivel de protección social, así como al impuesto de sociedades más bajo de la UE -12,5% frente al 30% de Alemania y el 34% de Francia-, tales firmas instalaron en el país filiales de montaje. Con el fin de lograr el «sí» en el referéndum sobre el Tratado de Lisboa, la UE permitió a Irlanda continuar con la prohibición del aborto y la prácti­ca legal del dumping fiscal. La ficticia prosperidad nacida de las inver­siones extranjeras impulsó un crecimiento basado en el sector inmo­biliario y el turismo, crecimiento en el que se apoyaban los recursos internos, exceptuando el sector de minerales no ferrosos. El estallido de la burbuja inmobiliaria, acompañada por los efectos más generales de la recesión, provocó una tasa de paro del 14%, mientras que a me­diados de los años 2000 era del 4%. La mayoría de los trabajadores extranjeros se vio obligada a marcharse. La emigración repuntó.





La financiación de este modelo se ha basado en un sistema banca- rio muy concentrado, dominado por cuatro bancos y alimentado ma­sivamente por recursos financieros externos, sirviéndose de la tituli- zación de los créditos y la refinanciación de los préstamos en los bancos continentales y británicos. Entre diciembre de 2004 y diciem­bre de 2007, los flujos financieros entrantes aumentaron cada año en unos 22.000 millones de euros (frente a los 18.800 de los depósitos de origen nacional)24. En el momento álgido de la euforia financiera, los bancos recibieron préstamos por valor de 149.000 millones de eu­ros procedentes de otros bancos e inversores extranjeros, lo que supu­so el 50% de su capacidad de crédito. Un inmenso centro financiero, el International Finantial Services Centre, fue construido en Dublín, cuyas instalaciones incluyen una universidad privada en la que se for­ma mano de obra financiera muy cualificada a bajo coste. Las grandes compañías de seguros se beneficiaron de ello instalando en dicho cen­tro una parte de sus actividades. En el momento del estallido de la burbuja inmobiliaria, el endeudamiento de los hogares representaba el 183% de sus ingresos brutos disponibles, proporción similar a la de Reino Unido (176%), mientras que en Estados Unidos era del 130%, y del 93% en Alemania y en Francia. Por su parte, los préstamos a las empresas de la construcción y a los promotores inmobiliarios supo­nían el 28% de los activos de los bancos, y por tanto de su exposición al riesgo. Las dos grandes sociedades de crédito hipotecario, la INBS (Irish Nationwide Building Society) y la EBS (Educational Building Society), que en cierto modo son los equivalentes irlandeses de Fan­nie Mae y Freddie Mac en Estados Unidos, abandonaron su función crediticia con los particulares para lanzarse a los préstamos de renta­bilidad mucho más alta para los promotores; debido a ello, los efectos de la crisis les alcanzaron de lleno, y tuvieron que ser objeto de medi­das de rescate estatal, al igual que los bancos.


El banco más afectado por los créditos impagables fue el Anglo- Irish Bank (AIB): se mostró incapaz de hacer frente a sus obligaciones con otros bancos y fondos de inversión financiera no irlandeses, en particular británicos y holandeses, como fue también el caso de Islan- dia. Pero a diferencia de este último país, donde los habitantes se ne­garon a que el gobierno rescatase a los bancos, sus accionistas y acree­dores, el gobierno irlandés sí acudió en ayuda de los del AIB; éste se benefició de varias inyecciones de dinero a cambio de títulos (recapi­talización) antes de ser «nacionalizado», término que desde el rescate de Northern Rock y del Royal Bank of Scotland por parte del gobier­no de Gordon Brown designa eufemísticamente a la socialización de las pérdidas, haciéndolas recaer sobre las espaldas de aquellos que no pueden escapar a los impuestos. Con el dinero público destinado a aliviar el balance del conjunto de los bancos se creó una estructura en la que aún en la actualidad se agrupan todos los créditos dudosos o directamente irrecuperables, lo que en argot económico se denomina un «bad bank»: la National Asset Management Agency (ÑAMA), ins­titución financiera a la que actualmente se han desviado créditos in­solventes por valor de 22.000 millones de euros. La ayuda concedida a los accionistas y acreedores de los bancos ha provocado un salto es­pectacular del déficit presupuestario: Irlanda pasó de un excedente del 2,9% en 2006 a un déficit del 32% en 2010, y el ratio de la deuda pública saltó del 24,9% del PNB a aproximadamente el 95% en ese mismo periodo. Es imposible ocultar que en Irlanda ha existido un rescate a los bancos, sin maquillaje y a gran escala, y que para intentar mantenerlos a flote se ha impuesto a los irlandeses claros recortes en el presupuesto y un descenso de las pensiones de jubilación, seguidas de cerca por una bajada de los salarios de los funcionarios. Con una configuración ligeramente distinta, este es el mismo caso de España.


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